Lo abrimos con el Adviento. Se trata de cuatro semanas. En las tres primeras miramos más hacia la última venida del Señor, y en la cuarta miramos a la Navidad. El Niño que nace es don para los judíos, en la Noche de Navidad; es don para los gentiles, en el Día de la Epifanía; porque Cristo llama a todos.
Cuarenta días nos preparan al Triduo Pascual: el de la Muerte, Sepultura y Resurrección del Señor. La Pascua es el centro del ciclo litúrgico. Y la seguimos celebrando en la cincuentena pascual, son 50 días, hasta la plenitud: Pentecostés, el Espíritu Santo viene sobre los apóstoles y la Iglesia, y así termina el Tiempo Pascual.
Los 34 domingos restantes representan el Tiempo Ordinario. Celebramos cada domingo, la Resurrección del Señor, la pascua semanal del cristiano, el día de la familia, de la caridad, del hombre, por eso nos reunimos para la celebración de la Eucaristía, sin la que puede vivir un cristiano.
También celebramos las fiestas de la Virgen y los santos, que nos ayudan a vivir la alegría de unos hermanos que han llegado al encuentro del Señor y nos ayudan con su ejemplo. Nos uniremos con ellos, son nuestros hermanos.